¿QUÉ HACER CON LOS MILITARES?
THAYS PEÑALVER,
05/10/2015
REDACCIÓN
Escrito por: Redacción el 05/10/2015.
Venezuela
debe proteger sus intereses fuera de las fronteras pero el liderazgo opositor
ignora cuantas divisiones tiene la Fuerza Armada.
Esta
semana en el programa de radio “Y así nos
va” por RCR, mis buenos amigos Daniel Lara y Nehomar Hernández me hicieron
la pregunta sobre, si en una hipotética nueva República habría que iniciar la
discusión de eliminar o no a los militares, siguiendo el modelo de Costa Rica y
de otros 25 países que los suprimieron o nunca los tuvieron, ¿Qué hacer con los
militares?
Paso a
responder con lo siguiente: ¡Nada! Absolutamente nada.
Esa es la
respuesta más clara y precisa. Y antes de que ponga el grito en el cielo y
corra a Twitter a declarar a los cuatro vientos su indignación y a decirme que
está en total desacuerdo, permítame explicarlo hasta el punto final de éste
artículo, porque es muy posible que se moleste aún más cuando diga lo segundo: ¡a quienes hay que arreglar, es a los
civiles! Porque verán, el problema en Venezuela es y siempre ha sido,
civil.
Eliminando
el hecho de que Costa Rica es más bien un mito y el resto son pequeñas islas o
que Suiza tiene más aviones de combate y tanques que Venezuela, el caso de este
país centroamericano es que en realidad no eliminó a los militares, porque
estos, se eliminaron solos a partir de 1914 sobre todo desde la vergonzosa
derrota de 1921 (Guerra de Coto) hasta su Guerra Civil, en la que lo que
quedaba del ejército se enfrentó en superioridad numérica y de armas a maestros
y civiles, siendo derrotados por estos últimos con palos y piedras.
Vergüenza
tras vergüenza y sumadas las crisis económicas, llegado 1948 la verdad es que
el ejército había muerto de mengua, en un país pobre en extremo que no tenía
alguna manera de reorganizarlo.
Quienes sí
fuimos pioneros en eso, resultamos ser nosotros los venezolanos y sus
desconocidas historias, porque fue “el gran visir de la política de Medina”
Arturo Uslar Pietri, quien convence al “general” de eliminar a las Fuerzas
Armadas y convertirlos en una “Guardia
Nacional extendida” “y no darles el rango de un ejército normal, al estilo
europeo”, por eso aunque pasó a la historia como un (inentendible) complot
adeco, la verdad desde el punto de vista de los alzados es que fue “Arturo Uslar el responsable de que
nosotros, en las Fuerzas Armadas, insurgiéramos contra Medina” (Pérez
Jiménez dixit).
Superado
el tema del caso Costa Rica y apelando a los límites geográficos de Venezuela,
Pérez Jiménez tenía razón en algo y me refiero a nuestra situación geopolítica.
Venezuela
al norte delimita con el Mar Caribe y sus peligros por estar sentados sobre las
reservas de oro negro más grandes del planeta.
Al Sur con
un ejército de ocupación de garimpeiros cuyo grito es ¡Oro para el Brasil!
Al oeste
colindamos con un enorme problema limítrofe que grita ¡El golfo es de Colombia!
con tres ejércitos hostiles y en armas con cientos de miles de hombres.
Y al este
limitamos con un grito que dice ¡El Esequibo es de Guyana! con un puñado de
generales gritándonos como si fuéramos idiotas.
Digo que
tenía razón Pérez Jiménez, porque si no hubiéramos tenido los camberras para
disuadir en su momento a unas fuerzas “que nos superaban en mar y tierra” con
la famosa frase: “si sus fuerzas no salen de la zona venezolana (El barco
colombiano Almirante Padilla había disparado sus cañones sobre Los Monjes) a
primera hora, mis camberras volarán sobre Bogotá” (sic)
Y si Uslar
Pietri se hubiera salido con la suya, hubiéramos sido colonia soviética desde
los años sesenta y no un experimento mediocre, a destiempo y moribundo en el
siglo XXI.
Pero a
veces se nos olvida que los “militares” no solo están para defender nuestro
territorio, sino en todo lugar donde ondee nuestra bandera o donde nuestra
bandera tenga intereses.
Pongo un
ejemplo: hasta 1999 Venezuela poseía la tercera flota atunera más grande en el
Pacífico y era responsable, junto con la mexicana, del sesenta por ciento de la
capacidad instalada, si la flota civil de pesca vuelve a ser lo poderosa que
fue, nuestra Armada deberá ser igual de poderosa y estar allí para protegerla
en caso de “conflicto de intereses”, así como nuestros buques petroleros y
nuestros activos en el exterior.
Así que yo
no soy de las que cursimente repite como loro, que nuestras fuerzas están aquí
para proteger la integridad de nuestro territorio soberano, ni mucho menos la
idiotez del espacio ultraterrestre supra yacente ¡No!, lo digo con propiedad,
nuestras fuerzas deben estar allí para disuadir al más pintado y si no, prestas
a patearle el trasero a quien sea que amenace nuestros intereses.
Por eso la
responsabilidad de los civiles no consiste en hablar tonterías sobre lo
militar, sino en garantizar las discusiones necesarias para ver si se cumplen
los elementos óptimos de la defensa de estos intereses. Y allí está la gran
falla del mundo político y civil venezolano que nunca ha puesto sobre el
tapete el tema militar (más allá de los clichés de siempre y socializar
con ellos) y no únicamente por cobardía, sino por algo mucho peor, por una
supina torpeza civil del mundo militar.
“En el liderazgo opositor” -me explicaba un amigo de la Armada ya retirado-
“es imposible encontrar un referente
sobre nuestro futuro” porque lo único que se localiza es “anclada la flota de la ignorancia”
(sobre el tema), que se manifiesta casi diariamente en los ataques a la
institución militar o en los peligrosísimos clichés de siempre sobre como con
el costo de un avión militar se podrían construir tantas escuelas, entre otras
barbaridades.
Otro amigo
general (R) y una de las personas más inteligentes que he conocido, me explica
que si le hiciéramos un “quiz sorpresa” a los líderes opositores y les
preguntáramos por ejemplo: “¿quién podría
definir con precisión lo más básico, cuántas divisiones tiene el ejercito de
Venezuela o como están estructuradas? “¿Cómo
pueden hablar de que algo necesita arreglo, si ni siquiera nos conocen?”.
Otro
experto civil, luego de haber sido llamado para hacerle una presentación a un
conocido partido político, observó que luego de su esfuerzo para hacerles
comprender técnica y objetivamente la evolución del apresto operacional, al día
siguiente escuchó “las declaraciones más
disparatadas e insultantes”, ¿Para qué llamarlo si preferían estar en su
‘zona de confort’ aún a costa de insultar a los militares y en especial, a su
trabajo?
Por eso,
si no aderezamos primero a los civiles y el profundo desinterés de buena parte
de los políticos civiles, jamás superaremos los problemas atávicos y en
especial los que venimos arrastrando desde nuestra independencia y que aquejan
a esa obra, que por más que tenga orígenes históricos, es de muy reciente
construcción (mediados del siglo XX) llamada Fuerzas Armadas Nacionales o como
las llamaron ahora, Fuerza Armada Nacional.
Thays Peñalver
@thayspenalver